Los consejos de los demás, no siempre son lo que uno necesita escuchar. Cuando tenemos problemas de pareja, aunque bien intencionados, los consejos de familiares y amigos pueden perjudicar más la situación. La crisis de los 40 es un momento delicado en la vida de una pareja, que pueden resolver sin que los demás den sus opiniones.
Imagínate que padeces un serio problema de visión y decides acudir a la consulta del oculista.
El médico, después de escuchar brevemente tu explicación del problema, saca del bolsillo sus gafas y te las entrega mientras dice con gesto solemne: —Póngase usted estas gafas. Yo las he usado durante diez años y me han ido estupendamente.
Tú pones una cara de asombro mayúsculo, y el oculista, sin pestañear, añade: —«No se preocupe, tengo otras en casa, puede usted quedarse con éstas.»
Con un escepticismo difícil de superar, te pruebas esas gafas y, como era de prever, ves aún peor que antes, y te quejas: —«Por favor, ¿cómo me van a servir sus gafas a mí? Veo todo borroso.»
—«Oiga, haga el favor de poner más empeño», responde con gravedad el oculista. —«Ya lo pongo, pero no veo nada», contestas ya al borde de la ira.
El oculista insiste: —«Sea usted más paciente y colabore, por favor. Tienen que servirle. A mí me han ido muy bien todos estos años.»
Finalmente te vas de allí, escandalizado ante semejante incompetencia, y el oculista —por llamarle de alguna manera— se queda pensando: —«Hay que ver, qué hombre más ingrato. No he logrado que me comprenda. Yo sólo pretendía ayudarle y… ¡cómo se ha puesto!».
Es preciso primero comprender bien, para luego poder diagnosticar bien, y finalmente aconsejar bien.
Muchas veces, a consecuencia del dolor, de la desorientacion, de la incredulidad de que esto nos este pasando a nosotros, recurrimos a los demas. Y para que comprendas lo que ocurre cuando lo hacemos, quiero compartir contigo un relato, que publica Stephen Covey en su libro, Los 7 Habitos de la Gente Altamente Efectiva.